Pero en un descanso me acerqué a la caja porque me pareció escuchar, desde un trabajo de Formación Política, los sones del Cara al Sol… y eso, quieras o no, trae muchos recuerdos. Ella hizo el trabajo con caligrafía de niña aplicada en 1966, cuando tenía once años. Y le dieron un sobresaliente porque había asimilado perfectamente la moral que los curas nos obligaban a aprender para que la patria nacionalcatólica siguiera siendo Una, Grande y Libre. ¡Eso era Educación para la Ciudadanía, y no lo que quieren hacer estossociatas advenedizos!… y, entre otras cosas, la niña decía:
«Jerarquía significa mando, el padre tiene el mando de la casa pero la madre también porque si no cuando el padre estuviera en la oficina la casa sería una revolución…»
«Las virtudes de disciplina y acato a la autoridad hacen de la familia un centro de convivencia. Los padres en casa son la ley que procede de Dios. Imponen y cultivan la hermandad, el orden, el respeto; por tanto hacen una labor social muy fecundo dentro de la patria».
(O sea, que la convivencia consiste en acatar la autoridad y la disciplina… más parece que la chiquilla estuviese describiendo un cuartel. ¡Las monjitas le pusieron un diez!)
Pero el indio Atahualpa Yupanqui, desde el fondo de la caja, después de treinta y cinco años de silencio, soportando el peso del nacionalcatolicismo sobre su lomo, volvió a protestar con su voz desgarrada…
— Recuerdas, viejo amigo, aquello que decíamos…— me dijo. Y sonaron entonces los acordes de su guitarra para acallar las varoniles voces del Cara al Sol:
— Si, viejo cantor, claro que lo recuerdo. Fuiste uno de los luceros; tus acordes, tu voz y tus letras fueron el mensaje que nos despertó y nos mantuvo alertas… Lo teníamos olvidado, es verdad. Pero lo recuerdo.
— ¡Pero bueno! —gritó ella desde el fondo del garaje—. ¿Ya te estás escaqueando otra vez? ¿Vas a tirar la caja o no?
— Si, cariño, ya voy.
…y es que cada uno es, queramos o no, el fruto maduro de sus degluciones mentales.