…lo dicho, de vez en cuando hay que oir la COPE. ¿Qué? ¿Que no?
Cuando terminó la manifa y comenzaron los programas de futbol en la radio, saqué a pasear a Trufo, mi perro. Me llevó -y me dejñe llevar- hacia el pipí-can (una zona ajardinada para ellos) La tarde estaba preciosa, pura primavera en Marzo. Al pasar por la plaza de Neptuno, un grupo de niñas intentaban patinar y se caían. Un padre jugaba a la pelota con su hijo. Una señora echaba de comer a los gatos que viven salvajes en una zona ajardinada. Hay numerosos gatos allí. Me senté en un banco para ver toda la operación, y cuando se marchó me acerqué con Trufo… más que nada para que se le subiera el ego del animal, que tambien necesita de autoestima. Y esta vez le funcionó: al segundo ladrido todos los gatos salieron a escape. ¡Menos mal porque a veces, uno de los más resabiados le resiste el embite y entonces mi Trufo se retira con el ego por los suelos! Luego, en el pipí-can saludé a la dueña de un perro grandote y viejo, enemigo mortal de Trufo… pero ella no tiene la culpa.
…sin duda, tenemos arreglo. Sacar a Trufo fue un fantástico reencuentro con la cordura y con la realidad. Sin duda.