Pero él dice que es un malacate. El último que existió en la Otra Isla
En la Otra Isla, en los años 30 del siglo XX, las huertas seguían rodeando el núcleo urbano. Cerca de la marisma, en la costa Este, cerca del caño de Sancti Petri, colindante con la huerta del Contrabandista, existía un lugar llamado HUERTA DE LA LAGUNETA…
A principios de los años 30, don Tomás Otero era un niño que vio excavar el pozo. Uno de los hombres quedó atrapado en el fondo, agazapado entre dos rocas. Tardaron, pero lograron sacarlo con vida. El pozo NO nació con muerte… Instalaron un MALACATE, especie de noria de tracción animal que sustituye las clásicas ruedas dentadas por engranajes metálicos en ángulo.
Cuando los cangilones de cerámica se fueron rompiendo, don Tomás los sustituyó por latas de tomate de cinco kilos. Y el viejo pozo siguió regalando agua a la huerta Laguneta. Crecieron sus hijos… uno de ellos recuerda las cientos de veces que pintó los viejos hierros con pintura gris de barco, de aquella que se sisaba de la Carraca e inundaba la Otra Isla.
Pero la Otra Isla es un ser vivo y creció hasta rodear la vieja Huerta de la Laguneta. Los bloques de cemento crecieron desde la tierra fértil donde antes brotaban patatas, alcauciles, tomates, lechugas… Una calle taponó el viejo pozo. Y desarticuló el añejo malacate, una de las últimas Norias de la Otra Isla. Los hombres urbanistas dijeron a Tomás que colocarían el Último Malacate de la Isla en una rotonda… pero:
No hicieron nada. El Último Malacate descansó durante años, sin dignidad, sobre la pared de la casa de don Tomás…
¿Sabrán los hombres erguirlo de nuevo para que los ciudadanos podamos verlo en una rotonda, y enseñar a nuestros hijos cómo eran esos tiempos en los que el agua había que buscarla en el fondo de la tierra …y salía dulce incluso a unos metros del mar?