La conocí en el colegio, cuando nuestros hijos eran escolares; y allí dedicaba su tiempo y sus esfuerzos. Y aprendí de ella que no es necesario ser universitario para que las conversaciones se apaguen y te presten atención. Que para que eso ocurra y te respeten tienes que tener cosas que decir y hablar con sentido común… pero, sobre todo, tienes que haber demostrado que te mueven nobles motivos.
Y cuando, al cabo de cinco años, me marché cansado de escuchar año tras año las mismas cosas y decir año tras año los mismos discursos; aburrido porque todo parecía girar eternamente en torno al mismo eje… ella seguía reivindicando incansable con los mismos argumentos, como si fuese el primer día.
– Pero, chiquilla ¿es que no te cansas de lo mismo todos los años?
– Es que alguien tendrá que hacerlo ¿no? - contestaba.
Y del colegio pasó al ayuntamiento. Dos legislaturas –ocho años- estuvo trabajando para los ciudadanos acaparando delegación tras delegación con sus estudios de primaria… y haciéndolo con autoridad y nobleza.
…por eso, cuando alguien me dice que todos los políticos son iguales, me río del lumbreras.