Los pacientes no pueden salir al jardín sin compañía. Lo más probable es que no sepan muy bien qué hacen allí encerrados. Es un palacete de primeros de siglo XX que conserva en las paredes azulejos vistosos y una escalera retorcida que tiene que ser un suplicio subir y bajar… los pacientes no la usan, ellos suben y bajan de las habitaciones en un ascensor añadido a la estructura original.
Lo más probable es que ellos se quieran marchar a recuperar su mundo inventado por eso no los dejan salir al jardín sin compañía, para protegerlos de ellos mismos. Y deambulan de aquí para allá por la planta baja, junto a la recepción. Hay dos salas de estar-visita y ellos se sientan en silencio mirando al suelo. No hay conversaciones… sólo los familiares intentan poner un poco de normalidad a la situación.
María se pinta los labios muy por encima de su línea, y lo hace con esmero y mucha atención. Y pasea por el vestíbulo con una mancha de rojo carmín que oculta su boca… No hay expresión en su cara. Ni alegría, ni tristeza, ni ira. Tal vez sea eso lo que distingue a estos pacientes… no tienen —o los tratamientos les priva— expresividad.
Paca se coloca un cigarrillo en la comisura de los labios y sale al patio interior buscando fuego. Paca perece que se ríe… pero a la tercera vez que la veo pasar comprendo que no es risa ni alegría, es simplemente la mueca de Paca.
Es un patio interior cerrado y encorsetado entre los pabellones de ladrillos rojos… se percibe un intento de alegrar el recinto. Hay macetas con plantas bien cuidadas y una fuente de borbotea alegre, y parasoles y mesas redondas con sillas alrededor… pero los pacientes se sientan todos contra la pared y miran al suelo, sumisos, a dejar pasar el tiempo. Y lo profundamente triste y decepcionante es la sensación que transmiten. No parecen esperar nada de la vida, no hay nada para después de este instante… ni siquiera la hora de la cena.
Paca ha salido al patio a prender su cigarrillo. Tienen el encendedor prisionero con una cadena corta. Lo enciende y se marcha dando bocanadas de humo y pasitos cortos, arrastrando los pies… parece que se ríe Paca, pero sólo es su mueca. A veces llegan personas, casi todas son mujeres, que se mueven con algo más de soltura y gracia, a prender el cigarrillo desde el encendedor prisionero… pero un vistazo a la cara nos la identifica como paciente del Palacete de Ladrillos Rojos.
Ella nos pide frutos secos salados. No puede salir a comprarlos al jardín, pero nosotros sí. Y cada vez que se mete un maíz tostado en la boca cierra los ojos y disfruta del placer de la sal. Ella también ha perdido expresividad… pero no toda. Sonríe con las cosas que contamos, a veces se ríe abiertamente con los recuerdos comunes que van aflorando. Le regalamos varios bolígrafos de colores, una libreta de pastas duras y una invitación a escribir… Prueba las puntas de los bolígrafos para ver la suavidad. Conserva una caligrafía elegante y culta…
…y hace planes para emprender nuevos viajes. Ella sí espera un futuro mejor.