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El guarda agujas de la estación de San Fernando, 1865

…de cómo las autoridades de la Otra Isla atajaron un brote de cólera en el siglo XIX


Lo que sigue es un extracto de «Casa Blanca: Lazareto de observación», capítulo 24 DE «LA HEREDAD DE FADRIQUE«, de M.A. López Moreno, páginas 168-170 ISBN: 84-606-3273-3. Editado por la Gerencia de Urbanismo del Ayto de San Fernando en 2003)

…en la mañana del 6 de noviembre de 1865 la Junta de Sanidad Local tuvo conocimiento de que se habían presentado en la Huerta de Guzmán, cerca de la estación del ferrocarril, unos casos sospechosos que podrían tratarse de cólera. Ante esa posibilidad, en el intento de “cortar el mal en su origen si en las distintas habitaciones que hay en dicho huerto existe algún foco…” se ordenó trasladar de inmediato a todas las personas que vivían en tal huerta a un paraje adecuado y aislado. Y se encontró un lugar “con el beneplácito del dueño, un buen edificio en las afueras de la ciudad, llamado Casa-blanca (estaba situada entre los actualmente abandonados Polvorines de Fadricas) en para traslación de inmediato de todos los vecinos del huerto…” Ese mismo día se trabajó en el edificio para desinfectarlo y acondicionarlo higiénicamente, de manera que estuvo preparado para recibir a los sospechosos al día siguiente. Y así ocurrió, el 7 de noviembre quedaron alojadas, y en cuarentena vigilada, más de cincuenta personas sospechosas de haber contraído la temida enfermedad.

Debemos suponer que antes del 7 de noviembre la Casa Blanca estaba en desuso. Por entonces era dueño de ella Agustín Blázquez y Blázquez, pero fue el administrador general de sus bienes, Ricardo Garrido e Iquino, el que ante la urgencia del asunto, la ofreció a la Junta de Sanidad, “por una justa retribución”, para que se instalara en ella un lazareto de observación, es decir, para alojar a las personas en peligro de contraer el cólera. Al día siguiente Blazquez apoyó la decisión unilateral de su administrador, e incluso manifestó que “cualquiera que sea el tiempo que la Casablanca sirva de lazareto” no exigiría contribución alguna “pues siempre se haya dispuesto a prestar su cooperación a cualquier buena obra, sin interés de ninguna clase”. Digna decisión que le honraba ante sus conciudadanos, y así se lo hizo saber la Junta de Sanidad.

Para completar las medidas de prevención, se estableció un hospital provisional, “también en sitio despoblado”, en uno de los almacenes de Caño Herrera, para que en caso de que alguno de los vecinos alojados en la Casa Blanca enfermara de cólera, fuera prontamente atendido, sin necesidad de entrar en la ciudad y exponerla a contagio.

Por otro lado, la Junta Municipal de Beneficiencia, presidida por el Arcipreste y Cura Diocesano de San Fernando, y formada por representantes de las distintas administraciones y por personas principales de la ciudad, acordó “hacerse cargo desde hoy (8 de noviembre) de la manutención de todos los recogidos en el citado Lazareto (de Casablanca) por el tiempo que la expresada Junta de Sanidad considere que deban estar en observación”. También acordó dotar al hospital provisional de Caño Herrera con “camas completas, utensilios, medicinas, alimentos, enfermeros y todo cuanto el mismo necesite…”

Desde el mismo día de su traslado al lazareto de Casa Blanca, el médico encargado de vigilar la salud de las familias allí alojadas, fue el doctor José Benítez. En un informe emitido el 11 de noviembre comunicaba a la Junta de Sanidad que “hasta ahora todas aquellas personas han gozado y gozan del mejor estado de salud; y como quiera que según generalmente se ha observado en las incubaciones de epidemias o contagios, la invasión se presenta del quinto al séptimo día, he creído prudente participarlo…” Ante estas buenas noticias, se acordó finalizar la cuarentena el 17 del mismo mes. Ese día las familias allí alojadas, si no aparecían nuevas sospechas, quedarían “en libertad de trasladarse cada cual a la habitación que tenga por conveniente”.

Las cincuenta personas ingresadas en la Casa Blanca fueron declaradas “pobres”, de ahí que la Junta de Beneficencia se encargara de su manutención. Pero entre ellas había tres empleados de la compañía llamada Ferro-Carriles de Sevilla a Jérez y Cádiz cuya ausencia del trabajo podría causar daños irreparables al servicio de trenes. La compañía hizo saber al señor alcalde constitucional de San Fernando que entre los ingresados estaban “Manuel Rodríguez, guarda agujas de la estación, el mozo José Rodríguez, y un bombero del servicio de la tracción…” y que su ausencia era insostenible. Sin embargo la Junta de Sanidad se había adelantado al problema y había dispuesto pagar el sueldo de unos sustitutos mientras durase la cuarentena. Esta solución no satisfizo a la compañía de ferrocarriles porque “…por la índole del servicio que desempeñan, especialmente el guarda agujas, no pueden ser fácilmente reemplazados por quienes no sean prácticos como ellos, sin que se resienta el servicio público, y sin exponerse a contingencias de imposible reparación…” En otras palabras, la compañía no confiaba en los sustitutos dispuestos por la Junta de Sanidad, y pedía abiertamente que se hiciera una excepción con sus tres empleados, aunque tuviesen que fumigarlos: “…ruego a V.S. que sometiéndolos, si fuere dado, a un régimen sanitario particular, ya por fumigación, ya por aislamiento, o ya por otro medio cualquiera (les daba igual), se sirva disponer queden en libertad de volver a sus faenas…” No accedió la Junta de Sanidad y contestó a la compañía que “como la medida era de carácter general respecto a los habitantes en el repetido huerto, no podían eximirse de ella los tres referidos empleados, porque hubiera sido muy inconveniente establecer excepciones…” Añadían que se había tratado de conciliar las precauciones sanitarias con el buen servicio de las vías férreas y para ello estaban pagando de su cuenta a los sustitutos. De todos modos, dada la buena salud de que gozaban los ingresados en el lazareto de Casa Blanca, dentro de seis días se podrían reincorporar a sus faenas. De manera que gracias a la firmeza de la Junta, los tres empleados descansaron nueve días en Fadricas, y se libraron de ser fumigados o sometidos a cualquier otra sesión de contundente contenido higiénico para eliminar inexistentes miasmas del cólera.

(…)


La información está extraída de documentos del Archivo Municipal de San Fernando. Actas de la Junta Local de Sanidad. Partes, correspondencia y estados. Legajo 1250. Años 1860-1869


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