ELLOS nos transmiten sus genes, su ejemplo y un millón de momentos irrepetibles. Hay padres que hablan mucho con sus hijos. Otros hablan menos y, para compensar, miran más… a veces, con silencios se pueden decir muchas cosas.
Miguelín, mi padre, no era hombre de muchas palabras. Un día llegó a casa con un libro y me lo regaló. Se titulaba“Experimentos científicos de sobremesa”,corría el año 1964.
Cuarenta y cuatro años después ya es tarde. El niño ya no puede salir a la puerta y ver como su padre aparca la vespa; ya no puede correr hacia él para enseñarle su logro como un tesoro valiosísimo: ¡Mira papá! ¡Mira que jardín he fabricado!
Ya es tarde… ¡y mira que le habría gustado a Miguelín ver este jardín de silicatos!
Por más años que pasen, cuando evocamos SU recuerdo, siempre volvemos a ser la frágil criatura que salía a su encuentro para compartir cualquier tesoro…
…este es mi jardín de piedras, mi tesoro tardío pero eterno, para él.