Salimos de la ciudad bordeando la llamada carretera del Valle, que deja a un lado el precioso Puente de Alcántara con su castillo medieval que lo resguarda. Un castillo, por cierto, lleno de leyendas de caballeros templarios y apariciones…
Hay vistas estupendas de la ciudad desde esa carretera. En el mirador venden botellines de 250 cc de agua a un euro y medio. Un abuso manifiesto y me dio rabia contribuir a esa economía. Así que nos comimos en seco los bocadillos de jamón de Guijuelo y el paquete de patatas fritas.
Nos enteramos más tarde, pero debió ocurrir mientras admirábamos el paisaje de Toledo desde el mirador exterior… los concejales del Partido Popular se marcharon del pleno para no escuchar las reivindicaciones que leía una madre que representaba a padres de niños con cáncer, tratados deficientemente en el Hospital Virgen de la Salud… Si vergonzoso fue verles abandonar el salón dejando a la señora con la palabra en la boca, peor fue verles más tarde tratando de justificar su acto. Al margen de la oportunidad y de la estrategia política, que unos y otros utilizan para erosionar al rival… no sé, verles abandonar el pleno mientras la madre leía, y verles enfrentarse a los padres que la apoyaban, con el dolor que supone el sufrimiento de los pequeños… verles, digo, abandonándolos con esa frialdad, es otra obscenidad que va a quedar olvidada. Creo que ellos, representantes del pueblo, no deberían exhibir esa falta de empatía. Puede aceptarse que no la sientan, pero no deben exhibirla públicamente. Ellos no. En España vemos tantísimos actos amorales que ya nadie se inmuta… No deberíamos olvidar la calaña moral que hay detrás de la obediencia a cualquier partido, detrás del dogmatismo de cualquier ideología que considere aceptable dejar con la palabra en la boca a una madre que sufre el cáncer de su hijo… No puede ser que dejemos estar las cosas tan fácilmente.
Decía en este blog, tres artículos atrás, que no sentía ninguna empatía en el asesinato de doña Isabel Carrasco, y que sentir esa ausencia no me hace feliz. Ahora, ante el desprecio a estos niños con cáncer, me siento implicado y dolido. Tal vez porque conozco de cerca cómo se pelea contra el cáncer en la Sanidad Pública Española, conozco el sufrimiento que implica la pelea y la alegría de vencer.
— ¿Nos vamos, copiloto?
Y como desde entonces nuestro plan es simplemente disfrutar del siguiente paso, no cuidamos demasiado la dirección que tomamos en cada encrucijada, no sabemos con seguridad dónde acabaremos la jornada. Y tampoco importa demasiado, desde hace un tiempo, el camino se ha convertido en el propio viaje.
— ¿Adónde?
— Ávila está a un paso.
— Bueno. Vayamos a Ávila…