Entonces fue cuando la Bala, mi compi de la vida, dejó definitivamente la cuchara en el plato y me dijo con el ceño fruncido, como si yo tuviera la culpa:
– Pues yo no sé para qué quiere más dinero este tío… ¿tú te crees que va cambiar de vida por ganar más? –yo callado, no fuera a ser peor- ¡Va a seguir haciendo lo mismo! ¿En qué va a cambiar su vida gane dos mil o tres mil millones? ¡En nada! –yo seguía callado porque ya me la conozco- ¿Entonces? Dime tú a mí para qué quiere más dinero si no se va a enterar que lo tiene… ¡con la de gente necesitada que hay por todos lados!
– Vale, cariño… anda tómate la sopa, que se enfría.
Y al cabo del rato caí en la cuenta de su razón. En química pasa algo parecido con una disolución saturada, que por más sal que se añada, no se disuelve… ¿será cierto entonces el Principio que la Bala planteaba de coña?
¿Será cierto?