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Una historia sobre don Jaime Rigual

Por Rosi Sentís

Ignacio Sotelo, Arturo Company y Jaime Rigual. Años 60 del siglo XX. Foto cortesía de Cecilio Alonso.

Yo admiraba a D. Arturo. Quería a Alfonso, era como de la familia, y me horrorizaba D. Jaime. Con este creo que tod@s tenemos una anécdota. Cuando estudiaba magisterio no entendía nada de lo que explicaba, además yo era de letras. En un examen me pilló copiando, y cuando yo lo sentí detrás de la silla me iba a entrar algo; pero con un gesto paternal me dijo: «Copia, hija, copia, que copiando también se aprende». Y me aprobó la asignatura.

Rosi Sentís

Sobre uno de los componentes del trío

Es un recuerdo de Pepe Martínez Riquelme

Érase una vez un profesor explicando un tema sobre logaritmos en la Escuela Normal de Magisterio, que así se llamaba entonces. Ese profesor era D. Jaime Rigual Magallón. Cuando terminó de explicar se dirigió a sus alumnos y preguntó:

¿Lo habéis entendido?

Todos, menos uno, contestaron que sí. El menos uno, que era yo, dijo:

Yo no lo he entendido.- Me miró y me dijo:

Que te lo expliquen tus compañeros, «atontao», que ellos sí lo han entendido.

En el curso éramos siete, así que me dirigí a los seis restantes componentes del curso y les dije que a ver si alguno me lo explicaba. Pero resultó que ninguno había comprendido nada. Entonces me levanté, me dirigí a D. Jaime y le dije:

Ninguno me lo puede explicar porque tampoco ellos lo han comprendido.

Hizo una pausa y luego D. Jaime se dirige a ellos y pregunta:

¿Por qué todo el mundo se ha callado si no lo han entendido?

Fue cuando le expliqué:

Porque ninguno quiere que le llame «atontao» como usted me ha llamado.

Se levantó, y se me quedó mirando. Os podéis imaginar como estaba yo, con la inmensa humanidad de D. Jaime, además encima de la tarima, con sus ojos fijos en mí. Yo me sentía peor que David ante Goliat. Nos miró a todos, cogió la tiza y dijo:

Empecemos de nuevo y a ver si esta vez os despertáis.- No os podéis imaginar como respiré.


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