La babosa es un tritón que le regaló Isabel a Alejandro. Isabel ya pasó por su corazón, pero la babosa permanece. Vive en un terrario, mitad agua, mitad piedrecitas. Hay que cambiarle el agua intermitentemente para que no se pudra, y echarle comida de peces, aunque le gustan pequeñas babosas de jardín… pues estos días se va a aguantar sin cambiar el agua, que la vida es dura para todos. ¡Joder ya con tantos remilgos!
A la iguana le decimos el bicho verde. También fue un regalo de Isabel. Es arisca y antipática (la iguana, que Isabel era un encanto de chiquilla), pega latigazos con la cola, araña con las uñas y vive casi todo el tiempo subida en las cuerdas del tendedero. Echa unas cagadas repugnantes y la puñetera come lechugas, canónigos, algunas hierbas y, sobre todo frutas… le hemos dejado una maceta con calas, que le encantan las calas, para que se sirva ella sola estos días.
Trufo es mi querido perro. Es buenísmo y nos entendemos con sólo mirarnos, pero no permite la existencia de otro perro en su calle… por eso cuando visitamos a amigos con perro lo tenemos que dejar atrás. Y entonces sufre mucho si no está con nosotros. Para poder viajar lo hemos dejado en la casa/jardín de mis compadres Kike y Marga, que tienen ahora dos perritas (semihermanas de Trufo) Es lo más parecido a un harén… pero a él le gusta más nuestra presencia. Es el único bicho de nuestro ecosistema que me da pena dejar atrás.
Al pequeño jilguero lo encontró Alejandro (¡siempre Alejandro!) en Sevilla, debajo de un árbol… iba a morir, pero lo sacó adelante. Pero el jodido pájaro sólo come pan mojado en agua y se nos iba a morir en el viaje a cuenta del calor y la debilidad, así que se lo quedaron también Kike y Marga… y resulta que es una pájara y le han puesto Macarena.
Y una vez colocada la fauna a buen recaudo, nos marchamos de vacaciones caseras a casa de mi cuñada y al campito de unos amigos… Ya veremos qué pasa.