Crónicas de un viaje al País Vasco: Espectros en el metro de Bilbao

Metro de Bilbao – Estación de Santutxu – Septiembre de 2014

En los túneles con olor a gasoil adoptan otra forma de entender la vida. Vuelven tan cansados que las pisadas no resuenan en las paredes tuneladas. Por un tiempo, mientras les falta el cielo nocturno, serán espectros que se desdibujan bajo la luz eléctrica. La ausencia de estrellas les oscurece el rostro, les extingue la sonrisa, les apaga la voz… 


Bajan a las profundidades serios y circunspectos. Siempre solitarios. Toman asiento, miran la pantalla y ya sueñan con salir de los túneles para recibir una ráfaga fresca y, al final del recorrido, un abrazo. Desde el otro lado de la vía no sabemos si son reales o son espejismos que se desvanecen cuando pasa el tren en sentido contrario…


Son espectros solitarios, sometidos a su propia disciplina repetitiva. Invisibles entre sí. Aislados aunque estén al alcance del brazo extendido. Tal vez más tarde se acerquen, y hasta se toquen, cuando atraviesen la puerta… pero siempre solos, ausentes.


Espectros que juegan a ser humanos… y a sentirse queridos por los pixeles de la pantalla. ¡Espejito, espejito: Dime quién es la más bella del reino de las profundidades!


Espectros que se cruzan en un instante irrepetible. ¡Oooh, si levantaran la mirada del suelo! ¿Quién sabe? Tal vez encontraran un ser humano que mira a los ojos, reconoce una cara amable y sonríe.

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