Capitulo 13

de Un camposanto sin epitafios

La memoria inscrita en los viejos muros.

«Somos testigos vivientes de aquella infamia…» / José Casado Montado

Al valor patrimonial e histórico del Cementerio de San Carlos, relacionado con la Constitución de 1812, hay que sumarle un parámetro vinculado a la Memoria Histórica porque es muy  probable que junto a sus muros se fusilara a un número indeterminado de ciudadanos durante la Guerra Civil, y que en su interior, o cercanías, se les enterrara sin dejar identificaciones.

Debido a esa posibilidad la Junta de Andalucía lo ha incluido en el Mapa de las Fosas de las Víctimas de la Guerra Civil y Posguerra. Se dice así en la web administrativa:

«San Fernando fue una de las zonas donde más cruel fue la represión. Algunos investigadores dan un número de 300/500 víctimas en San Fernando. La gran tradición militar del lugar hizo que se asentaran las bases del franquismo fácilmente, aunque manteniéndose una fuerte oposición clandestina.

[…además de la fosa existente en el cementerio municipal] Tenemos noticias de otras posibles fosas. Una de ellas en el caño de La Jarcia, llamado también paredón de La Jarcia, dentro del Arsenal de la Carraca, parece ser que puede ser el caño de la Carraca hoy día. También en el Cementerio de los Ingleses, cerca del penal de la casería, aunque sin localización exacta, y en algún lugar del exterior del Cementerio Militar.

La falta de documentación y de testimonios orales con los que contrastar la información ha hecho que las consideremos como posibilidades, pero sin poder aventurarnos más»[1].

No hemos encontrado ni documentos ni evidencias que lo demuestren, pero sí permanece la memoria oída a padres y abuelos. Hoy sólo quedan esos indicios de los fusilamientos e inhumaciones que pudieron ocurrir en el entorno del Cemen-terio de los Soldados. Y esos escasos indicios hacen pensar que el plan de los sublevados contra la II República de hacer desaparecer físicamente a las víctimas, tuvo éxito.

No en vano existió, en palabras del juez instructor, «…un plan sistemático y preconcebido de eliminación de oponentes políticos a través de múltiples muertes, torturas, exilio y desapariciones forzadas (detenciones ilegales) de personas a partir de 1936, durante los años de Guerra Civil y los siguientes de la posguerra, producidos en diferentes puntos geográficos del territorio español»[2].

Foto 22 – Cementerio de los Soldados y Penal de la Casería en 1946. A escasos cien metros en línea recta uno de otro. La vuelta de afuera de la Salina de la Victoria toca el lateral derecho. Cortesía del CNIG.

No es nada nuevo. Parece que los hombres nunca aprendemos, y repetimos los mismos comportamientos. En todas las guerras y en todos los bandos, cuando campa la impunidad, cuando desaparecen las reglas éticas y cuando se inventa una moral que justifica el crimen, aflora lo peor del ser humano. Lo hemos visto páginas atrás, cuando describía-mos algunos episodios de la primera Guerra Carlista, otra crudelísima guerra civil entre españoles.

Pero no es justo ser equidistante. El 18 de julio de 1936, en San Fernando, prácticamente sin oposición, triunfó la rebelión contra la II República Española. Y ocurrió lo que suele ocurrir en estos casos, que durante la Guerra Civil que se inició, y después de ella, los sublevados represaliaron sin oposición y sin misericordia a un número indeterminado de personas que no secundaron el alzamiento. Los vencidos «…fueron perseguidos, encarcelados, desaparecidos y torturados por quienes habían quebrantado la legalidad vigente al alzarse en armas contra el Estado, llegando a aplicarles retroactivamente leyes tales como la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de Febrero de 1939»[3].

En San Fernando demasiados ciudadanos fueron encarcela-dos en los calabozos del Ayuntamiento, en el Penal de Cuatro Torres de la Carraca y en el Presidio Naval de la Casería de Osio. Y los más señalados, o los menos afortunados, fueron ejecutados por el supuesto crimen de haber sido servidores de la II República, masones, militares fieles al mandato democrático, políticos, hijos de políticos, sindicalistas o simplemente personas incómodas para los nuevos amos de la situación. Los unos, empoderados por la fuerza bruta de las armas, y los otros, detentadores de la nueva moral que justificaba la masacre. Es el mismo patrón de comporta-miento que se repite en todos los tiempos históricos, en todas las guerras fraticidas y en casi todos los bandos ideológicos.

Mataron a gente durante la guerra y después de la guerra, cuando ya nadie era un peligro para los vencedores. Y en los primeros momentos se ampararon en lo que los sacerdotes que registraron los fusilamientos en San Fernando llamaron Ley de Guerra.

La Ley o Bando de Guerra es «…una disposición emanada de un general, jefe o autoridad militar, en campaña o en estado de guerra, contra la cual no cabe alegarse, como subsistente, ninguna ley anterior». Es una medida excepcional y transito-ria que nunca debió servir como aval para ejecutar a los ciudadanos que no secundaron la sublevación militar, como ocurrió en muchos lugares de España[4]. Según se desprende del Libro Único Secreto (del que hablaremos seguidamente), la Ley de Guerra se utilizó para justificar 119 de las 131 ejecuciones registradas en ese libro antes de 1940.

Los sacaban de sus celdas durante la noche[5] y los ejecutaban en el caño de la Jarcia del Arsenal de la Carraca, en el Penal de la Casería de Osio, en la tapia del penal de Cuatro Torres, o junto a las paredes de los cementerios de la ciudad. Pero ¿dónde los enterraban?

El Iltmo. Sr. Vicario Capitular del Obispado de Cádiz emitió una orden especial para que los sacerdotes de San Fernando anotaran las ejecuciones en un registro que llamaron Libro Único Secreto[6]. Lo inició el párroco interino de la Iglesia Mayor el 16 de julio de 1937, pero la primera anotación corresponde a los fusilamientos del 16 de agosto de 1936. Durante décadas, tal libro se custodió en el archivo de la Iglesia Mayor de la Isla. Y debido a la atención que estos sacerdotes ofrecieron a las víctimas, y a su registro posterior, nos han llegado los nombres de los 131 fusilados entre el 16 de agosto de 1936 y el 23 de mayo de 1941[7]. Pero por desgracia, la información que contiene es insuficiente para localizar los restos. Sólo indica —cuando lo hace— que los fusilados fueron enterrados en Puerto Real, en el Puerto de Santa María o en San Fernando, sin más detalles. Son las fuentes memorialistas las que nos indican que uno de esos lugares indeterminados es el Cementerio de los Soldados.

Esto no sólo ocurrió en San Fernando. La política de terror desplegada en la retaguardia —en el intento de eliminar todo asomo de resistencia— dispuso la ocultación deliberada de las ejecuciones y del lugar de las inhumaciones. De facto, una vez fusiladas las víctimas pasaron a ser personas desparecidas, y las familias, en consecuencia, nunca pudieron llegar al punto de inflexión vital que supone la confirmación física de la muerte.

«La más cruel de estas formas de represión y la más directamente orientada a borrar la memoria del ene-migo fue la del asesinato sin causa judicial y el ente-rramiento en fosas comunes…»[8].

La práctica generalizada y sistemática de desapariciones forzadas está contemplada en la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas (Resolución 69/169 de la Asamblea General de ONU, 18 diciembre 2014)como un crimen de lesa humanidad. Pero no solamente los muertos enterrados de forma clandestina son víctimas,«…toda persona física que haya sufrido un perjuicio directo como consecuencia de una desaparición forzada…»[9] también lo es. Es decir, son víctimas los familiares que se quedaron sin muertos a los que llorar.

Se conoce una fosa común, intocada, en la zona que fue parte del cementerio civil de San Fernando[10]. Quince cruces con diecisiete iniciales o nombres recuerdan a los fusilados, pero son muchos más. Y en mitad de la fosa rectangular se yergue una cruz con un deseo grabado en mármol:

DESCANSEN EN PAZ
AÑO 1936-1939

Pero más que un deseo de paz parece una súplica para que olvidemos. Mientras algunos familiares de las víctimas sólo quieren saber «dónde están los cuerpos para llevarles una rosa»[11], otros opinan que «…hoy esparcimos las cenizas de nuestros difuntos y no hay un lugar físico dónde ofrecer esa rosa. Los recuerdos permanecen en el corazón más que en un rincón concreto. Mejor sería olvidar y enseñar a nuestros hijos y nietos a no repetir la historia…».

Para los primeros aún no se ha consumado el ritual de la partida. Para los segundos, ese dramático tiempo es un pasado que no debe volver. Ya han muerto todos los prota-gonistas del drama. Cerca ya de ochenta años nos separan de ese horror pero aún siguen vivas las dos posturas diame-tralmente opuestas, y aflorando penas en ambos lados. Unos, reclamando el cumplimiento de los más elementales derechos humanos para las víctimas, y otros suplicando amnesia colectiva para evitar que se reabran viejas heridas. Y no parece justo permanecer en la equidistancia.

Pero, además de la fosa común del cementerio municipal, hay más muertos esparcidos por la ciudad y uno de esos lugares, como veremos, puede ser el Cementerio de Los Soldados.

«…según algunos escritos dificultosos[12], fueron enterrados en La Isla [se refiere a los diecisiete fusilados en San Fernando el día 29 de agosto de 1936], pero… ¿dónde? Porque según sabemos todos, todos los fusiladores improvisaron fosas en varios lugares de la ciudad»[13].

«…una vez más cayeron pero no se supo nunca dónde los enterraron pues nada dijeron a sus familiares desconsolados, debilitados, de tanta búsqueda inútil, extenuados…»[14].

Casado Montado, cuando cita las siete ejecuciones del 18 de septiembre de 1936, apunta una descripción del Cementerio de San Carlos como lugar de enterramientos:

«Fueron enterrados en San Fernando pero una vez más no hay indicios del lugar. Podría haber sido en el cemen-terio militar que estaba situado en los Mixtos, por la vuelta de afuera…»[15].

Pero el único cementerio militar, situado además en la vuelta de afuera de una salina (Salinas de Victoria Clica), es el Cementerio de San Carlos. Un lugar aislado, ubicado en terreno militar, alejado de todos los caminos y miradas indis-cretas. Por cierto, a escasos cien metros en línea recta de la Prisión Naval de la Casería de Osio[16], desde donde se realizaron seis sacas con un total de treinta y dos presos republicanos, para ser fusilados al amanecer, entre el 5 de septiembre y el 14 de noviembre de 1936[17], en el periodo más cruel de la represión indiscriminada.

Casado Montado hace otra referencia directa a este cemente-rio militar en el relato del 16º fusilamiento, y concreta algo más cuando indica que está situado detrás de los Mixtos:

«Fueron cinco, trasladados del Penal de Cuatro Torres, fusilados al amanecer en “La Jarcia” y, ya cadáveres, trasladados en camión hasta nadie sabe dónde, pero pienso que fueron a parar al cementerio militar que está situado detrás de los Mixtos, por la vuelta de afuera»[18].

Del Libro Único Secreto se desprende que de los 131 fusila-dos que registra, 105 fueron enterrados en San Fernando[19]. Y según la información que se observa en la fosa común del cementerio municipal, son quince los enterrados[20] (en realidad son quince cruces erigidas que recuerdan a diecisiete nombres o iniciales, pero lo más probable es que en la fosa reposen un número de fusilados superior a doscientos). De los restantes 88 enterrados en San Fernando, según el registro sacerdotal, no hay certeza sobre su paradero, pero en la sospecha de Casado Montado los siete fusilados el 18 de septiembre de 1936:

Foto 23 – 1958. En primer plano el Penal Naval de la Casería de Osio. Arriba, a la izquierda el solar rectangular del cementerio. Imagen cortesía de Francisco Rivero.
  1. Ramón Dehesa Morales.
  2. José M. Fernández Lafón.
  3. César López Mosquera. 
  4. José Antonio Moreno Jaspe.
  5. Avelino Ortas Valdés.
  6. Modesto Parada Ruiz.
  7. Baldomero Cerezuela Galván.

Y los cinco del 16 de Octubre:

  1. Juan Tejado Godoy.
  2. José Cañavate Rivera.
  3. Antonio de la Plaza Felipo.
  4. Rafael Zapata Ruiz.
  5. José M. Rodríguez Pérez

…están enterrados en el Cementerio Militar de la Casería de Osio. Todos ellos, según los registros del Libro Único Secreto, fueron fusilados aplicándoseles la Ley de Guerra (L.G.)

Hubo una voluntad expresa de ocultar los enterramientos, y por ello hay una falta de documentos primarios que nos puedan dar luz sobre aquellos. Pero aunque existiesen tales documentos, en el Informe del Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias sobre su visita a España (23 a 30 de septiembre de 2013)[21] se hace patente que «…los obstáculos presentes en el acceso a la información y a los archivos constituyen un problema principal para las víctimas en el proceso de obtención de la verdad…». Se añade que en «…algunos casos ha habido una destrucción deliberada de documentos. Los archivos de seguridad todavía son de acceso difícil o casi imposible. En general hay resistencia a desclasificar o permitir el acceso a documentos…»[22].

Foto 24 – 1982. Abajo, a la izquierda, el discreto recodo triangular que forma el muro de la factoría de San Carlos con la fachada del cementerio. Imagen cortesía de Ángel López  González

Por eso apenas nos queda la memoria aún viva de la intrahistoria de la que hablamos páginas atrás. En la Casería de Osio aún permanece el recuerdo de las palabras que oían a padres y abuelos:

El padre de Cristian decía: «…sacaban a los presos del Penal para fusilarlos en la pared del cementerio». Y lloraba entonces, y aún hoy se emociona cuando lo recuerda.

«…mi madre, que en paz descanse —relata Falucho—, contaba que los fusilaban contra el muro de la Constructora, el que estaba enfrente de la puerta del cementerio…».

Paco también describe las palabras de su madre: «…mi madre, que vivía en la Casería, escuchaba los disparos de madrugada. Ella decía que los fusilaban en el Penal de la Marina, y luego, por la mañana, veía el reguero de sangre que iba dejando el carro con los muertos camino del cemen-terio de los Soldados…».

Y Luisita puntualiza su versión: «…pero no los enterraban en ningún sitio, los metían directamente en la huesera del cementerio, y allí se pudrían. Y ya está…».

No. No hay unanimidad en los detalles, pero sí en localizar muertes e inhumaciones en el entorno del cementerio. La rigurosidad del conocimiento es escasa porque nos movemos en el entorno difuso de la doxa

De ser cierto el recuerdo de Luisita, los fusiladores —como los nombra Casado Montado— se habrían ahorrado el esfuerzo de cavar una fosa para los republicanos y masones muertos. Los indicios, y la macabra lógica, apuntan directa-mente a este discreto camposanto como lugar de ejecuciones. Pero no sólo eso, en tal caso se les habría convertido en el mejor escondite para sus actos. Más de treinta toneladas de huesos humanos, esparcidos por todo el solar, a lo largo de más de un siglo de inhumaciones, difuminarían las evidencias de los últimos fusilamientos… si es que algún día llegan a buscarse.

Diversas iniciativas ciudadanas, ocupadas en la recuperación de la Memoria Histórica, intentan buscar los restos humanos de los fusilados en la inteligencia de que «…la desaparición forzada es un delito permanente y una vulneración permanente de los derechos humanos mientras no se hayan esclarecidos la suerte y el paradero de las víctimas»[23].

Ya han muerto fusiladores. No hay necesidad de represalias históricas. Hemos comprendido la inutilidad de venganzas ideológicas y hemos asumido el deseo sincero de una reconciliación real. Por eso, las víctimas de ese trágico tiempo merecen recuperar su dignidad y su recuerdo. Sólo eso.

Foto 25 – Muro perimetral del Cementerio de los Soldados. Imagen cortesía de Vanessa Perondi

[1] Mapas de las Fosas de las Víctimas de la Guerra Civil y Posguerra.

[2] Juzgado de Instrucción nº 5. Audiencia Nacional. Madrid. Diligencias previas procedimiento abreviado 399/2006V. Hechos. Punto primero.

[3] Tomado de Diligencias previas procedimiento abreviado 399/2006V: «Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el 1 de Octubre de 1934 y antes de julio de 1936 contribuyeron a crear o agravar la subversión…». El Decreto de 26 de Abril de 1940 ordenó la instrucción de la Causa General para la persecución de los supuestos delitos cometidos por el bando republicano; y en 1943 se creó el cargo de Fiscal Jefe de la Causa General: “Causa General instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España”. En 1945 se presentó la publicación derivada de la Causa General, con el nombre de Datos complementarios para la Historia de España. Guerra de liberación 1936-1939.

[4] Diligencias previas procedimiento abreviado 399/2006V. Juzgado de Instrucción nº 005. Audiencia Nacional. Madrid. Razonamientos jurídicos. Primero – 5

[5] «Noche del 15 al 16 agosto 1936…», así consta en los registros parroquiales.

[6] Referencias a este registro (que fue la fuente documental que utilizó Casado Montado en Trigo tronzado) la hacen DOMÍNGUEZ PÉREZ, Alicia: El verano que trajo un largo verano. Pág. 95 y otras. Y la periodista PERONDI, Vanessa en marzo de 2014: «Su nombre quedó registrado en los archivos del cura de la Iglesia Mayor que ‘asistía y acompañaba a los militares y falangistas, autores del baño nocturno de sangre’ (…)  y que clandestinamente José Casado fue copiando para luego recopilarlos en un libro, Trigo Tronzado, que se ha convertido en una guía entre los descendientes de fusilados y represaliados en San Fernando» Tomado de El Quinto Hombre del Pelotón. <http://vanessaperondi.blogspot.com.es/> Fecha de consulta: 30 Marzo 2015

[7] Casado Montado tuvo la osadía de sisar la información del registro parroquial y volcarla en Trigo tronzado. Crónicas silenciadas y comentarios. Autoedición, 1992. San Fernando-Cádiz.

[8] Mapa de las Fosas de las Víctimas de la Guerra Civil y posguerra /   <http://www.juntadeandalucia.es/administracionlocalyrelacionesinstitucionales/mapadefosas/resultados.html>

[9] Así se define en la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas (69/169) Resolución aprobada por la Asamblea General ONU el 18 de diciembre de 2014 [sobre la base del informe de la Tercera Comisión (A/69/488/Add.2 y Corr.1)]

[10] En realidad son dos fosas comunes de 4 por 3,5 metros de superficie y cuatro metros de profundidad. La primera ocupada por completo y situada posiblemente entre el antiguo cementerio civil y el patio ampliado en 1932. La segunda tal vez incompleta y localizada frente a la manzana de nichos Santiago. AMSF. Caja 1309. Expediente nº 689 (10) de 1941.

[11] PERONDI, Vanessa. San Fernando relega a las víctimas del franquismo… En andaluces.es 06-02-2015 <http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/quinto-hombre-peloton/>

[12] Sin duda, Casado Montado se refiere al Libro Único Secreto.

[13] CASADO MONTADO. Op. Cit. Pág. 37

[14] CASADO MONTADO. Op. Cit. Pág. 47. Se refiere a los ejecutados en el caño de la Jarcia el 6 de septiembre de 1936

[15] CASADO MONTADO. Op. Cit. Pág. 52

[16] El Penal de la Casería se creó en 1911 (el mismo año que los capellanes del Hospital de San Carlos dejan de registrar sepelios en el Cementerio de los Soldados) agrupando presos de edad avanzada procedentes del Penal del Hacho de Ceuta, entre otros. Durante y después de la Guerra Civil fueron encerrados un número indeterminado de ciudadanos republicanos.

http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1911/162/A00732-00732.pdf

[17] Véase CASADO MONTADO.

[18] CASADO MONTADO. Op. Cit. Pág. 69

[19] Ciento cinco enterrados en San Fernando. Once en Puerto Real. Siete en el Puerto de Santa María y ocho más sin especificar.

[20] La elaboración del Mapa de fosas ha sido una labor colectiva, impulsada desde la Dirección General de Memoria Histórica de la Junta de Andalucía, con la participación de las asociaciones memorialistas y la colaboración de investigadores universitarios, corporaciones locales, familiares de las víctimas y ciudadanos que han contribuido a la identificación de estos enterramientos. Entre 2007 y 2009, miembros de distintas asociaciones por la recuperación de la memoria Histórica procedieron a visitar cada uno de los municipios andaluces y recopilar la información documental u oral disponible. Gracias a la subvención de la Consejería de Justicia y Administración Pública, la Asociación Memoria, Guerra y Exilio inventarió las provincias de Almería, Jaén y Málaga; la Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía hizo las de Cádiz, Huelva y Sevilla; el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica realizó la provincia de Córdoba y la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica levantó la provincia de Granada.

[21] Informe del Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias sobre su visita a España (23 a 30 de septiembre de 2013) / Consejo de Derechos Humanos ONU. 27º período de sesiones. Tema 3 de la agenda. Promoción y protección de todos los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo.

[22] Ibidem. Página 9

[23] Ibidem. Página 12

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