Miguel Ángel López Moreno
Publicado en el Libro Conmemorativo del 250 aniversario del nacimiento de la villa Real Isla de León / Descargar archivo en PDF
Recuerdo y dignidad para cientos de prisioneros franceses y miles de infantes y marineros de la Armada española enterrados en un cementerio olvidado. Isla de León – San Fernando (1809 – 2016)

Trescientos trece prisioneros franceses
A finales de 1808, unos veinte mil prisioneros franceses habían confluido en el entorno de la Bahía de Cádiz. La mayoría de ellos permanecían hacinados en pontones insalubres fondeados en mitad de la misma[1]. En los primeros momentos, tal aglomeración humana, la improvisación y la escasez de medios propiciaron una deficiente atención sanitaria que desembocó en una elevada mortandad de prisioneros.
Algo más de tres mil eran marinos procedentes de la escuadra del vicealmirante Rosily —a su vez, restos de la escuadra combinada franco-española derrotada en Trafalgar en 1805—. Los acontecimientos del 2 de Mayo de 1808 la convirtieron, de la noche a la mañana, en una fuerza enemiga incrustada en el puerto de Cádiz. Esta postrera formación francesa, aislada en mitad de la bahía, equidistante de las bocas de fuego español, fue rendida en junio de 1808, en la conocida como batalla de la Poza de Santa Isabel, frente a Punta Cantera, delante del Arsenal de la Carraca.
Los demás prisioneros franceses, hasta un total cercano a los veinte mil eran soldados del general Dupont derrotados en Bailén en julio del mismo año. En las capitulaciones firmadas tras esta batalla, nos obligamos a repatriarlos a Francia desde el puerto de Rota… pero nunca ocurrió. El destino de los prisioneros fue complejo y su cautiverio (en Canarias, Cabrera y pontones británicos) no finalizó hasta la derrota final de Napoleón Bonaparte en 1814.
Mientras tanto, el 29 de diciembre de 1808 llega a Cádiz don Juan Antonio Fivaller, marqués de Villel y conde de Darnius. Había sido miembro de la Junta Central por Cataluña, y pasa a presidir la Junta de Defensa Militar de Cádiz. La llegada de la nueva autoridad supuso la toma de conciencia del problema humanitario provocado por tal hacinamiento humano en los pontones. Y, en apenas unos días, Fillaver dio las órdenes oportunas para subsanarlo. Entre ellas la creación de dos hospitales provisionales para atender a los prisioneros franceses. El primero ubicado en la Segunda Aguada, extramuros de Cádiz[2]; el segundo, y de largo recorrido histórico, en la Nueva Población de San Carlos, en la Isla de León (actual San Fernando)[3]. A pesar de las enormes penurias económicas, este hospital entró en servicio el domingo 19 de febrero de 1809 en los dormitorios de la planta baja del Cuartel de la Nueva Población de San Carlos. Las obras para reconvertir un cuartel en hospital fueron, en palabras del responsable de los hospitales del Departamento, «…verificadas y dirigidas por el ingeniero don Antonio Prat…»[4], que en ese momento tenía a su cargo «…la dirección interina de la Nueva Población de San Carlos y obras civiles del Departamento […] y la dirección de las obras de defensa del Puente Zuazo y sus avanzadas…»[5].
Sin embargo, a pesar de la atención hospitalaria que dispusieron las autoridades españolas, la mortandad entre los prisioneros era tan elevada —el Marqués de Villel daba la cifra de veinte fallecimientos diarios para justificar la necesidad de habilitar los nuevos hospitales— que una mala gestión de los cadáveres podría generar un problema sanitario. Las medidas higienistas[6] que surgen a lo largo del siglo XVIII, y la preocupación creciente por imponer y extender políticas de salubridad públicas, a pesar de las penurias obligadas por la guerra, prohibían desde 1787 los enterramientos en recintos urbanos, en iglesias y en sus cementerios anexos[7].
De hecho, tales tendencias higienistas son visibles en una de las modificaciones ordenadas por Carlos III al proyecto de la Nueva Población de San Carlos que se había diseñado bajo la dirección del capitán de navío Vicente Imperial Diguerí. El 14 de marzo de 1786 la Secretaría de Estado de la Marina lo aprueba con una única salvedad: se debía suprimir el panteón subterráneo previsto en la iglesia (actual Panteón de Marinos Ilustres), y sustituirlo por un cementerio en las afueras de la Nueva Población:
«El Rey se ha servido aprobar los planos, y proyecto de la Nueva Población, e Iglesia que V.E. remite […] con la sola variación de suprimirse el Panteón, sustituyendo un Cementerio fuera del pueblo en dónde esté más bien situado y precavido de los vientos reinantes…»[8].
Enmienda que se alinea y es coherente con la inminente Real Cédula sobre cementerios que propondría el rey meses más tarde (3 de abril de 1787) y que supondría una autentica revolución en las tradiciones funerarias en España. De todos modos, las dificultades económicas y las sucesivas modificaciones del proyecto, siempre pospusieron la construcción de un cementerio reglado en la Nueva Población de San Carlos… hasta que, en febrero de 1809, la necesidad se hizo realmente imperiosa con la instalación del hospital para prisioneros franceses.
En las cuentas de gastos que presenta el 2 de marzo de 1809 don José Martínez de Viergol, Inspector de Hospitales del Departamento, anota la primera referencia al camposanto que nos ocupa…
«7ª.- Las obras hechas en el Cuartel de la Nueva Población para cerrar comunicaciones, ordenar las salas de enfermería, las cocinas, lavaderos, Campo Santo y Capilla, se satisfacen lo mismo que los otros menores gastos con los sesenta mil r.v. que queda dicho sean librado al contralor de aquel hospital provisional…»[9].
Por tanto, a principios de marzo de 1809 (al mismo tiempo que entra en servicio la atención sanitaria), se ha habilitado un solar para enterrar a los franceses fallecidos en el Hospital de San Carlos. No era esta una práctica anómala, en el ámbito sanitario (civil y militar) era habitual que cada hospital dispusiera de un camposanto asociado donde inhumar con inmediatez y economía a sus fallecidos, máxime en tiempos de epidemias o de conflictos bélicos. En Cádiz, el Real Hospital de Marina de Cádiz, tuvo su propio camposanto, y en el entorno local (Isla de León) hubo, al menos otro caso en la Casería de Infante. Acuciados por la epidemia de fiebre amarilla de 1800, junto al Hospital Provisional y Real de Infante (construcción utilizada como lazareto durante buena parte del s. XVIII) se habilitó, en octubre de ese año, un camposanto para dar sepultura a sus fallecidos —aunque en tal ubicación ya se venían practicando enterramientos desde, al menos, el último tercio del XVIII[10]—. Estaba situado a orillas de la bahía, muy cerca del depósito del hospital: «…el Depósito nuevo de paredes con puerta nueva, cerradura y llaves, que mira al camposanto». En la descripción de la obras del Rey que se realizaron en la Casería de Infante para adecuarlo como hospital en esa fecha, se describe así: «Campo Santo cerrado con vallado de pitas, su puerta con cerrojo, cerradura y llaves; otra puerta en la muralla con cerradura, llaves y cerrojo, y un pedazo de pared para atajar el paso a la playa»[11]. Incluso existió un enterrador en la plantilla del Hospital de Infante, don Agustín Maroñas, al que se le reclamaron, el 30 de Junio de 1801, ciento cincuenta reales de vellón por treinta días de trabajo, con un goce de 5 reales diarios[12]. El Cementerio de Infante estuvo exclusivamente al servicio de su hospital.
El camposanto habilitado para el hospital de San Carlos en 1809 es un recinto rectangular de unos 87 x 32 metros, que cumple con la ley (Real Cédula de Carlos III, 1787; y las circulares sobre cementerios que emite Carlos IV en 1804), es decir, está alejado de lugares de habitación, situado en el extremo noroeste de la Población de San Carlos; a orillas del mar; sometido a brisas continuas para dispersar los miasmas pútridos y sin posibilidad de que las emanaciones y fluidos cadavéricos contaminen los acuíferos. Tal camposanto ya tiene reflejo en la cartografía militar de ese mismo año.

La atención a los prisioneros enfermos —a la que nos obligamos en las capitulaciones de Bailén— no se limitaba a la creación de hospitales provisionales, con la costosísima movilización de recursos materiales y humanos que necesitaba tal tarea, el colofón humanitario quedaba rematado con un entierro digno en un camposanto reconocible. El sepelio honroso del prisionero era el último acto que la nación española ofrecía a la dignidad del enemigo. Con el sepelio en el Cementerio de San Carlos se cerraba el enorme esfuerzo que se hizo para atender con humanidad a los prisioneros franceses.

El gráfico 1 anterior está confeccionado con los datos extraídos de «…dos relaciones, la una que comprende los individuos de tropa y demás correspondientes a la nación francesa que fallecieron en el Hospital de la Nueva Población de esta ciudad, y el de la Segunda Aguada establecido fuera de los muros de Cádiz, de los cuales hospitales está encargada la Real Marina, y las expresadas relaciones son sacadas de los libros de difuntos de los mismos hospitales, los cuales documentos existen en los oficios principales de mi Cargo… San Fernando, 19 de Agosto de 1831»[13]
Cinco mil cuatrocientos sesenta y nueve españoles muertos
Cuando el 14 de Febrero de 1810, el mariscal Soult pone cerco a las Islas Gaditanas, todos los prisioneros franceses, sanos o enfermos, fueron alejados del frente de batalla. Unos, reconducidos a los pontones, y otros, trasladados a Baleares o Canarias.
A partir de ese momento en el Hospital de San Carlos sólo se atenderán a los marineros y soldados españoles enfermos o heridos en las batallas y escaramuzas planteadas contra los franceses. Los que mueren son inhumados con inmediatez en su cementerio asociado.

En los tres años de asedio napoleónico, mientras a sus espaldas se gestaba la primera constitución española, la de 1812, un total de 905 soldados y marineros españoles (con la inclusión de una mujer) murieron en el hospital de San Carlos, víctimas de heridas de combate o enfermedad. Todos ellos fueron enterrados en el cementerio que nos ocupa… y, hasta el momento, nada en el recinto los recuerda.

Los fondos documentales de la Vicaría General Castrense (Libros de Defunciones del Hospital de San Carlos entre 1810 y 1911) han sido la fuente documental para trazar el servicio prestado por el Cementerio de San Carlos, de los Franceses, de los Ingleses o de los Soldados[14] (que de todas estas formas se le conoce en la ciudad) hasta su obsolescencia en las primeras décadas del s. XX.
Curiosamente las vicisitudes militares, políticas y sanitarias del siglo XIX español, en lo que atañe a San Fernando, son perceptibles en los sepelios ocurridos en este pequeño y olvidado cementerio de soldados. La gráfica que relaciona estos enterramientos en el periodo 1810–1911 (se completaría con los más de 313 prisioneros enterrados entre 1809 y 1810) demuestra cinco picos reconocibles. El primero, como ya se ha comentado, coincide con el asedio francés de 1810 a 1812 y recoge un total de 905 enterramientos. En 1813 una nueva epidemia de fiebre amarilla (tifus icteróide) se superpone a la mortalidad remanente y provoca un número ligeramente elevado de inhumaciones: 172.
El pico más agudo de todo el registro ocurre en 1819. Ese año, concentrados en los meses de septiembre a noviembre, son enterrados en nuestro cementerio 521 fallecidos a consecuencia de otra virulenta epidemia de fiebre amarilla.
Posteriormente se observa un repunte de sepelios entre 1822 y 1824, con 87, 114 y 76 inhumaciones respectivamente, que coinciden con la llegada a la bahía de los Cien Mil Hijos de San Luis, con el asedio realista a la Isla de León, los combates para reducir la resistencia liberal y el acantonamiento posterior de tropas en la ciudad.
Entre 1837 y 1844 ocurre un notable repunte de las inhumaciones sobre la media anual (durante el siglo de registros documentados, la mortalidad media se sitúa en torno a 54 entierros anuales) debido a un depósito de prisioneros carlistas que la historiografía de San Fernando ha documentado escasamente. El hacinamiento en los cuarteles y la falta de higiene provocaron enfermedades masivas entre los prisioneros carlistas y, a pesar de las atenciones sanitarias ofrecidas en el Hospital de San Carlos, la mortandad fue enorme.
Año | Total Sepelios en el Cementerio | Sepelios de prisioneros facciosos carlistas |
1837 | 142 | 107 – 75,3% |
1838 | 300 | 245 – 81,6% |
1839 | 249 | 225 – 90,3% |
1840 | 116 | 090 – 77,5% |
1841 | 085 | 051 – 60,0% |
Totales | 892 | 718 – 80,4% |
En los cinco años que el Depósito de Prisioneros permaneció en San Fernando, más del 80% de los fallecidos en el Hospital de San Carlos (718 de un total de 892) fueron carlistas. Según los partes facultativos, la inmensa mayoría murió de tisis o disentería. En el siguiente gráfico se observa que mientras la mortandad subyacente entre la tropa acantonada en la Isla de León se mantuvo estable, los muertos entre los prisioneros carlistas se disparó.

Finalmente, en el último tercio del siglo XIX los enterramientos en el cementerio van descendiendo apreciablemente hasta que, en la década de 1890 – 1899, la media desciende hasta dieciséis inhumaciones anuales, sólo alterada por un pequeño repunte en los años 1898 y 1899 (con 34 y 28 sepelios respectivamente) debido a los soldados repatriados de Cuba y Filipinas después de la pérdida de las últimas colonias.

En los últimos once años de registros el Cementerio de San Carlos languidece. Ha perdido el tren de los tiempos. La tendencia resulta evidente. Desde finales del siglo XIX las normativas sobre cementerios se fueron imbricando en políticas sanitarias más amplias y generalizadas que difícilmente contemplaban camposantos privados o asociados a hospitales, y se centraban cada vez más en servicios funerarios garantistas y municipalizados. Por eso, a finales del siglo XIX y principios del XX, se hace más difícil proporcionar a los que fallecían durante su servicio militar un lugar digno en un cementerio que ya es abiertamente obsoleto. Asumir los gastos de un sepelio en el Católico de San Fernando era una opción que poco a poco se convertiría en la única opción para los capellanes castrenses del Hospital de San Carlos.
Justamente en 1911, cuando finalizan las inhumaciones, con la intención de racionalizar los recursos, y ante la necesidad de proporcionar una digna sepultura a la tropa, los ministerios militares ordenan a la cadena de mando inferior que soliciten a las corporaciones municipales de sus jurisdicciones, la cesión de terrenos en los cementerios católicos ya existentes para enterrar soldados muertos en actos de servicio. El Ministerio de Marina lo hace público en su Diario Oficial el 26 de enero de 1911. En ese número se publica una Circular dirigida a los Comandantes Generales de los Apostaderos para que inicien gestiones ante los ayuntamientos de su zona. Uno de esos municipios fue San Fernando. El Cementerio de San Carlos empieza a tener sus días contados.
El 7 de Febrero de 1911, el Comandante General del Apostadero de Cádiz, cumpliendo tales órdenes superiores, envía un oficio al alcalde de San Fernando invitándole a estudiar la posibilidad de ceder terrenos en el Cementerio Católico de la ciudad para «…la inhumación de los cadáveres de las clases, soldados y marineros que fallezcan en activo servicio…»[15], es decir, para la misma función que ha tenido en Cementerio de San Carlos hasta ese momento. De hecho sólo unos meses después, el 6 de septiembre de 1911, se registra el último sepelio en el obsoleto camposanto. A partir de ese momento la única alternativa es inhumar en el cementerio católico de la ciudad.
A partir de entonces fuimos olvidando que en él reposan marineros e inválidos de Marina. Soldados y cadetes de Infantería de Marina. Grumetes, gavieros, cabos de mar, artilleros, fogoneros, escopeteros, granaderos, rondines del arsenal, guardias del Puente Zuazo, cornetas, bombarderos y buzos. Tripulantes, paleadores de faluchos y bogadores de lanchas sutiles. Sargentos, subtenientes, tenientes, músicos, contramaestres y capitanes de las distintas dotaciones de tierra y buques de la Real Marina. Despenseros, enfermeros, cabos de sala, topiqueros, practicantes de farmacia, de medicina y de cirugía, cocineros, médicos, escribientes y sirvientes del hospital. Maquinistas, carabineros de mar y ordenanzas de semáforos de la Armada. Carpinteros de rivera, peones, hiladores, toneleros, operarios de la draga y del martinete del Arsenal, canteros y personal civil de la maestranza. Paisanos que se ahogan o presos de la jurisdicción ordinaria. Sirvientes del colegio naval militar. Prisioneros carlistas. Cabos de vara, presos, desterrados y confinados políticos en el Penal de Cuatro Torres. Reos de la jurisdicción civil. Ajusticiados en la horca y descuartizados. Insurgentes cubanos. Marinos mercantes. Hermanas de la Caridad, mujeres, párvulos y capellanes castrenses. Militares y paisanos transeúntes en la Población Militar de San Carlos, asesinados que aparecen en las cunetas, etc. Muertos a causa de heridas de guerra, por reyertas internas o en accidentes laborales, y ahogados. Quemados con pólvora en los Polvorines de Fadricas, en los Mixtos y en cuarteles. Reventados en explosiones de las calderas en el Arsenal de la Carraca. Muertos por las epidemias que azotaron la Isla de León en el siglo XIX, y por decenas de patologías distintas.
Todos ellos inhumados en un camposanto que se cae a pedazos víctima del olvido… Más de trescientos trece franceses y cinco mil cuatrocientos sesenta y nueve españoles, todos ellos con nombres y apellidos conocidos, vinculados de una u otra forma a la Marina española, no deberían permanecer en el olvido.
San Fernando, 2017
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- Archivo General del Departamento de Cádiz
[1] Para conocer las enormes penurias padecidas por estos prisioneros véanse: MÁRQUEZ CARMONA, Lourdes. Recordando un olvido: Pontones Prisiones en la Bahía de Cádiz. 1808-1810. 2013; y RUÍZ GARCÍA, Vicente. Los pontones de Cádiz y la odisea de los prisioneros franceses derrotados en la batalla de Bailén (1808-1814) 2014.
[2] Véase RAMÍREZ MUÑOZ, Francisco J. El Hospital de la Segunda Aguada. (1793-1854). Diputación de Cádiz. 2013.
[3] Véase GARCÍA-CUBILLANA DE LA CRUZ, J.M. El antiguo Hospital de San Carlos (1809 – 1981) y la ciudad de San Fernando, 2007.
[4] Archivo General de Marina Álvaro de Bazán, en adelante AGMAB. Legajo 7220. Hospitales. Nº 1. Carta de Francisco García Espinosa al marqués de Villel. Isla de León, 17 Febrero 1809.
[5] AGMAB. Legajo 620. Expedientes personales. Antonio Prat. Relación que manifiesta los méritos y servicios del Teniente de navío Ingeniero ordinario de la Real Armada don Antonio Prat. Isla de León, 1 de mayo de 1809.
[6] Propiciadas por las imperantes teorías miasmáticas: «…el aire corrompido por la putrefacción es causa de la enfermedad…»
[7] Real Cédula de S.M. y Señores del Consejo, en que por punto general se manda restablecer el uso de cementerios ventilados para sepultar los cadáveres de los fieles, y que se observe la ley 11, tit. 13 de la Partida primera, que trata de los que podrán enterrarse en las Iglesias; con las adiciones y declaraciones que se expresa, de 3 Abril 1787.
[8] AGMAB. Arsenales-Construcciones. Comunicación desde la Secretaría de Estado de Marina, de la aprobación Real del proyecto de la nueva población e Iglesia, con la sola variación de suprimir del templo el previsto panteón subterráneo que ha de ser substituido por cementerio fuera del poblado; advirtiéndose que la población tome el nombre de San Carlos en memoria de su augusto fundador. 14 de marzo de 1786.
[9] AGMAB. Legajo 7220. Hospitales. Consignación de gastos. Distribución de gastos para establecimiento de los hospitales provisionales de la Segunda Aguada y Cuartel de la Nueva Población de San Carlos para curación de los enfermos prisioneros franceses. Informe de Martínez de Viergol. Cádiz, 2 de marzo de 1809.
[10] Sobre la Casería de Infante como Lazareto y como hospital provisional, véanse LÓPEZ MORENO, 2003. Op. Cit. Páginas 145-150, y LÓPEZ MORENO, M.A. Dos aportaciones a la historiografía del Lazareto de Infante en ‘Salud y enfermedad en los tiempos de las Cortes de Cádiz. Crónica sanitaria de un Bicentenario’. Cádiz, 2013.
[11] AGMAB 3072. Cuaderno que contiene la obra ejecutada por cuenta de la Real Hacienda en este Hospital de Infante desde el mes de octubre de 1800.
[12] AGMAB 3072. Lista de los empleados en este Hospital Real de Infante con expresión de sus nombres y goces. 30 Junio 1801
[13] AGMAB. Legajo 3079. Hospitales. Relación de los individuos prisioneros franceses que fallecieron en el Hospital de la Nueva Población de San Carlos y Segunda Aguada desde 1809 hasta 1810. 19 agosto 1831
[14] En los Libros de Defunciones del Hospital de San Carlos (AMNM) se le denomina Cementerio del Hospital de San Carlos. La Junta de Andalucía opta por identificarlo como Cementerio de los Ingleses cuando lo declara Sitio Histórico BIC vinculado al Legado Patrimonial de los Lugares de las Cortes y la Constitución de 1812 en San Fernando, Cádiz y la Bahía. José Casado Montado lo identifica como Cementerio Militar en su libro Trigo tronzado, 1992. Se le nombra Cementerio de los Franceses puesto que al menos 313 prisioneros galos fueron allí inhumados. Cementerio de los Soldados es una denominación popular sin respaldo documental. La denominación Cementerio de los Ingleses, recogida insistentemente por los medios de comunicación y en la declaración de BIC, es totalmente errónea. Los soldados aliados británicos se enterraron en un recinto cercado por tapias en el interior del Depósito Común de Casa Alta, el actual cementerio municipal de San Fernando. La inhumación de un hereje en un cementerio católico estaba estrictamente prohibida y habría supuesto el interdicto del mismo.
[15] AMSF. Legajo 1304. Expediente con motivo de oficio del Excmo. Sr. Comandante General del Apostadero en que solicita la concesión de terrenos para inhumaciones de marinería y tropa que falleciere en activo servicio. Febrero 1911