La Plaza de la Herrería, en Pontevedra, al final del verano es un ejemplo fascinante de lo que cuento, pero cada pueblo tiene su plaza. La novedad ahora es la cantidad creciente hijos adoptados (negritos, magrebíes, chinitos o de origen sudamericano) que conviven con los niños españoles de toda la vida. Esos niños adoptados estarán encajados en los valores de nuestra civilización occidental, y el color de su piel o sus rasgos ya es para todos ellos un asunto menor…
…lo que no veo en los parques públicos españoles son a familias de inmigrantes sentadas junto a las familias de toda la vida. Entonces ¿dónde juegan los niños marroquíes, chinos, peruanos, rumanos y polacos? ¿Tienen obligatoriamente que pasar por los parques públicos? ¿Tienen tiempo para eso? ¿Serían bien recibidas las familias de inmigrantes? ¿Qué pasaría si un niño de Mali le pega un empujón a un niño de Móstoles? ¿Qué pasaría si un niño de Lepe le quita el velo a una niña de Marruecos? ¿Con qué grado de acritud disputarán o se disculparán las madres?
Si algún día coinciden en el mismo banco una madre española y otra de Nigeria, y juntas vigilaran las andanzas de sus hijos, algo importante estaría iniciándose… Ya dejé dicho por ahí abajo que si alguna vez esa Alianza de Civilizaciones tuviera éxito sería porque la hemos iniciado en la plaza pública de los pequeños pueblos del mundo…
¡Ay, señor, señor! ¡Estas tribus humanas…!